El cuarto era oscuro, sigue oscuro. Habían estampas que sólo se podían ver con los ojos cerrados, para no enceguecerse por la luz que emanan ellos. Racionalidad, era el nuevo término que mi mente quería usar, después de unas largas sesiones de historia, estoy acá, contemplando y relacionando las pesadillas con la realidad, que no dista de serlo.

Blanco y negro sólo son dos colores, y las figuras que forman, todos las conocen. El gran Quijote inició el día pensando que su dulcinea no lo quería, cómico fue, cuando lo llamó para que hablaran de los dos. Luego, De La Mancha, fue a buscar. Su amada decía que en las estampas, escondida, estaba la razón de por qué era que no lo quería. Quijote Tomó, y escuchó tangos que desgarran el alma del Shakespeare más enamorado. La víctima era él, estaba sólo en el mundo, y ni los insectos lo recibían en sus aquelarres concertistas; los grillos tocaban el violín, las luciernagas las maracas con bombillos rotos dentro, para que fueran sonajas.

Y él, envidiado por la musicalidad de los rastreros, partió al conservatorio que los educó, depronto dulcinea gustaría de esta música, pero no. Dulcinea no era sorda y sabía apreciar las hermosas sonatas, que Quijote en la ducha interpretaba. Luego se puso a pensar como ella, y descubrió que su error radicaba en sus ropas, todas todas de color marrón. Depronto dulcinea gustaría de su nuevo atuendo, pero no. Dulcinea admiraba sus huesos desnudos, después de hacer el amor.

Quijote enloqueció de rabia, por no saber que lo separaba, de su Dulcinea Adorada.